Un terreno fértil para la innovación: ¿por qué América Latina?
Si algo ha quedado claro en la última década es que la transición energética no es exclusiva de los países desarrollados. América Latina, con su vasta riqueza en recursos naturales, alto índice de radiación solar, abundancia hídrica y capacidad eólica en varias regiones, se posiciona como un terreno fértil para las energías renovables. Sin embargo, la transición no solo depende de la geografía: requiere innovación, modelos de negocio flexibles y, sobre todo, voluntad de asumir riesgos. Es aquí donde las startups están ganando terreno.
De la teoría a la acción: startups que marcan la diferencia
Al contrario de lo que podría pensar el público general, muchas de las soluciones más ambiciosas en materia energética no provienen de grandes corporaciones petroleras reconvertidas o de políticas públicas robustas, sino de pequeñas empresas tecnológicas con agilidad y enfoque. Hagamos un repaso por algunas de las iniciativas más representativas que operan actualmente en la región.
Urbvan (México): movilidad eléctrica como catalizador
Nacida como una alternativa al transporte colectivo saturado en Ciudad de México, Urbvan ha evolucionado hacia soluciones de movilidad urbana sostenible, incluyendo flotas eléctricas compartidas. Si bien el transporte no es energía renovable en sí, sí actúa como consumidor clave, y electrificar este sector reduce la dependencia de combustibles fósiles y las emisiones urbanas.
Sistema.bio (México – operación regional): biogás rural con visión escalable
Esta startup combina tecnología de biodigestores con un modelo de negocio replicable y formación comunitaria. Su enfoque pragmático consiste en convertir residuos orgánicos de pequeños agricultores y ganaderos en biogás y fertilizantes naturales, reduciendo la dependencia de leña y GLP. Hasta hoy, han implementado más de 30.000 sistemas en América Latina, África y Asia.
Unergy (Colombia): democratización de la inversión en energía solar
Unergy permite a cualquier usuario invertir pequeñas cantidades en proyectos solares a través de su plataforma, generando retornos sostenibles financieros y energéticos. Este enfoque descentraliza la financiación y acelera la implantación de sistemas solares en empresas y edificios públicos.
Impulsos y barreras: contexto regional
Sin caer en triunfalismos, es necesario reconocer que emprender en energía renovable en América Latina implica lidiar con ciertos desafíos estructurales. Legislaciones fragmentadas, falta de incentivos fiscales claros, discontinuidad política y limitaciones en la infraestructura básica complican la escalabilidad de los proyectos. Sin embargo, también existen factores a favor que no deben subestimarse.
- Altos costos energéticos en zonas apartadas que hacen viables las soluciones descentralizadas.
- Una población joven y resiliente, dispuesta a adoptar nuevas tecnologías.
- Iniciativas públicas emergentes de apoyo al emprendimiento verde, como los fondos de BID Lab o CORFO en Chile.
- Mayor conciencia ambiental entre los consumidores, impulsando la demanda por soluciones sostenibles.
Modelos de negocio adaptativos: clave de la sostenibilidad
Las startups que sobreviven y escalan en este sector comparten una característica común: flexibilidad operativa. A diferencia del modelo tradicional basado en infraestructura pesada y subvención estatal, muchas empresas latinoamericanas están optando por modelos modulares, de bajo costo inicial y con opciones de pago por uso (pay-as-you-go). Esta estrategia les permite sortear la falta de poder adquisitivo en comunidades vulnerables sin depender exclusivamente de subsidios.
Un ejemplo claro es Iluméxico, una startup que lleva energía solar a comunidades rurales fuera de la red en México. Su modelo combina microfinanzas, formación técnica local y mantenimiento predictivo basado en sensores. ¿El resultado? Más de 25.000 hogares electrificados sin conexión previa a la red.
Innovación tecnológica local: más allá de la importación de equipos
Otro factor a destacar es el surgimiento de soluciones tecnológicas desarrolladas localmente. El paradigma dominante ha sido importar paneles o turbinas fabricados en China o Europa, pero algunas startups latinoamericanas están apostando por desarrollos propios.
En Brasil, por ejemplo, la startup Taqe desarrolla software basado en inteligencia artificial para optimizar el diseño de sistemas solares según las características específicas del sitio. En Argentina, Enerby trabaja en microrredes solares inteligentes que aprovechan el blockchain para registrar y distribuir energía en comunidades aisladas.
No se trata de competir directamente con gigantes internacionales, sino de generar conocimiento propio, adaptado al contexto regional, y disminuir la dependencia tecnológica.
¿Es replicable en otras regiones?
Una pregunta inevitable es si este fenómeno de startups energéticas puede servir de modelo para otras regiones del mundo en desarrollo. La respuesta, aunque matizada, es afirmativa. Si bien existen particularidades socioeconómicas únicas en América Latina, muchos de sus desafíos —acceso desigual, falta de infraestructura o volatilidad política— también se encuentran en África o el sudeste asiático.
De hecho, organizaciones como Power for All o Global Distributors Collective han comenzado a documentar y compartir casos de éxito nacidos en países latinoamericanos como pruebas de concepto replicables en otras latitudes.
Impacto ambiental… y social
No podemos hablar de energía renovable en el siglo XXI sin considerar su impacto social. Las startups no solo electrifican hogares o reducen emisiones: promueven también el acceso al conocimiento, mejoran la calidad del aire y generan empleo local, particularmente entre mujeres y jóvenes.
A modo de ejemplo, el proyecto Light Up Peru trabaja directamente con mujeres en comunidades andinas para formar « ingenieras solares » encargadas de instalar y mantener paneles. Este tipo de iniciativas no solo empodera económicamente sino que rompe estigmas de género persistentes en el ámbito tecnológico.
Perspectivas a futuro: más integración, más datos
Si bien el panorama es prometedor, los próximos años definirán si este ecosistema puede madurar lo suficiente como para integrar soluciones a escala urbana o incluso nacional. Para ello, será esencial:
- Profundizar el uso de big data e inteligencia artificial para predecir demanda y optimizar redes.
- Fortalecer alianzas público-privadas que reduzcan el riesgo financiero de nuevas instalaciones.
- Mejorar la interoperabilidad entre diferentes tecnologías y plataformas energéticas.
- Desarrollar marcos normativos flexibles capaces de adaptarse al ritmo de la innovación.
Las señales son alentadoras: universidades tecnológicas, incubadoras y fondos de inversión de impacto están empezando a alinear sus agendas con estos objetivos comunes. Al final del día, se trata de transformar la electrificación en una oportunidad no solo de desarrollo económico, sino también de justicia climática y social.
Una revolución distribuida… y persistente
En tiempos de discursos grandilocuentes sobre sostenibilidad, lo que demuestran estas startups es que, más allá de la retórica, los cambios estructurales se gestan desde abajo, desde lo local y desde lo funcional. Con cada panel solar instalado en una escuela rural, cada sensor colocado en un biodigestor comunitario o cada algoritmo que optimiza la distribución energética, América Latina da un paso más hacia una transición que ya no es promesa, sino necesidad.
Como siempre, la innovación real está en el terreno, no en los PowerPoints.